miércoles, junio 5

FERNANDO BARRETT VIEDMA

Nació el 8 de Febrero de 1938 en Yabebyry, Paraguay. Hijo de Alejandro Rafael Barrett y Deolinda Viedma. 
Su padre, a poco de terminar la Guerra del Chaco con Bolivia, donde participó como oficial de marina, administraba unas tierras de su familia en esa región del sur del Paraguay.
En el año 1947, su padre participó en la guerra civil, una revolución contra la dictadura del Gral Morínigo, y la familia tuvo que exiliarse en la Argentina, en un pueblo llamado Ituzaingó en la Provincia de Corrientes, frontera con Paraguay.
Su vida en este pueblo la pasó ayudando a la madre vendiendo pasteles casa por casa, en compañía de su hermana Beba, sin poder asistir a la escuela.
La familia vuelve al Paraguay, gracias a una amnistía en el año 1949, a la casa de la abuela en Areguá, sobre el lago Ypacaraí, a 30 km de Asunción.
Ya desde la infancia Fernando demuestra una particular inteligencia y agudeza intelectual. Asiste a la Escuela de Areguá, a los 11 años, entrando en el tercer grado, pues ya poseía todos los conocimientos necesarios. Era tal su nivel que en las vacaciones hace el cuarto grado y al otro año comienza el quinto. Toda la escuela primaria que son 6 años, la hizo en 3, y con las mejores notas.
Comienza la secundaria en Asunción, viviendo en casa de familiares, en el Colegio Nacional de la Capital. Desde el comienzo, participa activamente en el movimiento estudiantil como miembro de la Federación Juvenil Comunista.
En la rebelión estudiantil del año 1959, ya graduado de bachiller, es uno de los dirigentes de la movilización, junto a Derlis Villagra y otros comunistas como los hermanos Otazo, todos asesinados posteriormente por la dictadura de Stroessner.
Ante la represión al movimiento, pasa a activar clandestinamente. Ya no puede asistir a la Universidad. En 1960, acosado por los agentes de la represión y recibiendo indicaciones de la FJC, se asila en la embajada venezolana, donde posteriormente también se asila su hermano mayor Gaspar que era oficial de la carrera de Ingeniería del Ejército también perseguido. Sus hermanos Alberto y Rafael estaban ya en prisión al igual que su padre, Alejandro Rafael.
En la embajada venezolana se hace muy amigo de Rafael Ramón Castellanos, el embajador en la época, y gran autoridad intelectual de Venezuela. Llega a Venezuela como asilado político en 1961, desarrollando gran actividad de denuncias de la situación de represión sanguinaria que vive el Paraguay.
Gracias a su gran capacidad intelectual, consigue pronto trabajo en la Universidad Central de Venezuela, donde también retoma sus estudios universitarios. Se muda a vivir en las residencias universitarias, participando activamente en el movimiento estudiantil enfrentado al gobierno puntofijista de Rómulo Betancourt.
En 1963, el gobierno reprime salvajemente, el ejército ocupa la UCV, arrestando a muchos que fueron torturados y algunos desparecidos. Fernando es apresado y torturado, amenazado de ser enviado preso al Paraguay, si no cubría él los costos de viaje a otro país.
Gracias a la solidaridad de los familiares de sus compañeros y autoridades de la Universidad, se logra que viaje al Uruguay, donde llega nuevamente como asilado político, estatus concedido por el Parlamento uruguayo.
En Uruguay retoma la militancia revolucionaria con relación a Paraguay, además de colaborar con las organizaciones políticas uruguayas de izquierda.
Contrae matrimonio con su novia de Paraguay, con quien tiene a su único hijo Fernando Vladimir que nace en Montevideo.
Cuando en el año 1965 el Partido Comunista Paraguayo se divide, forma parte de un grupo de comunistas que no respondía a ninguna de las dos fracciones.
Este grupo de militantes, posteriormente llamado Comuneros, se integra al plan revolucionario del Che Guevara de iniciar acciones guerrilleras en varios puntos del sur de América. En 1968, tras la muerte del Che, con el fracaso del plan, Fernando busca conexiones en Europa con los dirigentes del Mayo francés. Decepcionado de éstos, vuelve a Uruguay.
En 1970 se muda a Buenos Aires para comenzar un profundo estudio de la realidad paraguaya, condición indispensable, según decía, para tener la claridad necesaria del rumbo a tomar. Pero al poco tiempo, nuevamente, es apresado en Buenos Aires, junto con dos hermanos más, por el Departamento de Asuntos Extranjeros de la Policía Federal, siendo víctima de una delación originada en Asunción. Desaparecidos durante semanas son expulsados de Argentina hacia Uruguay.
En Uruguay ya se vivía una situación que con seguridad desembocaría en el golpe de estado de junio de 1973.
En 1973, tras el asesinato de su hermana Soledad en Brasil y después del golpe de estado, es detenido en su domicilio por efectivos de las Fuerzas Conjuntas a las 3 de la mañana siendo trasladado, maniatado y encapuchado en el piso de un automóvil al Departamento Central de Policía. Sus familiares no pudieron ubicarlo siéndoles negada su existencia en esa dependencia policial y en otras adonde concurrieron.
Fue liberado una semana después, habiendo sido torturado en largos interrogatorios sobre supuestas actividades guerrilleras. Fue amenazado de muerte si no abandonaba el país inmediatamente.
En octubre de 1973, después de 10 años, vuelve a su querida Venezuela. Es recibido con mucho afecto por sus viejos compañeros y amigos.
Después de su divorcio se casa con una venezolana conocida en los años de la UCV.
Milita en el Partido Comunista de Venezuela, participa en movimientos indigenistas y otras organizaciones sociales.
Tras haberse roto su segundo matrimonio se encuentra con Oralia Hernández, quien se convierte en su verdadera y entrañable compañera.
Ferviente defensor de la Revolución Bolivariana desde sus comienzos, en los últimos años estaba realizando importantes actividades comunicacionales en la Radio Libre Negro Primero, conduciendo programas dirigidos a la comunidad, en el barrio de Sarría, en Caracas.
Toda su vida ha sido un ejemplo de honestidad, solidaridad, compañerismo. Y de humildad, sobre todo. Siempre vivió de su trabajo como dibujante gráfico, técnico en artes gráficas.
Fue poseedor de una cultura envidiable, de un alto grado de instrucción en diversas ramas científicas, producto de su permanente sed de conocimientos. Así como también fue de una particular agudeza en sus análisis políticos sobre cualquiera de las situaciones que atraviesan nuestros países de América Latina.
Un grande anónimo a quien no olvidaremos.

Rafael A. Barrett
Montevideo, 21 de abril de 2013.

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